Seguidores


Capitulo 8


Elizabeth
Cuando salí del instituto fui directamente a mi casa. Dejé la mochila en mi cuarto y esperé a que mi madre me llamara para comer, cuando lo hizo crucé el pasillo y me senté en la mesa. Comí sin hablar si quiera. Trabajar de niñera me deprimía. Y más sabiendo de quien "tenía que cuidar", aunque todos sabemos que "cuidar" lo que es cuidar, no cuidaba, ya que no era yo quien los controlaba a ellos, sino al revés.
Suspiré y cogí otro bocado. Tenía que ponerme a estudiar para el examen de lengua, pero me daba mucha pereza. Así que en cuanto acabé de comer me tumbé en la cama y me puse a escuchar a Pol 3.14 hasta cerca de las cinco. Luego levanté mi trasero de la cama y me puse una chaqueta y las converse. Salí de casa y metí las llaves en mis bolsillos. No hacía frío, pero si mucho viento.
Llegué a la casa de los Thompson mucho antes de lo que en realidad yo desearía. Me despedí de los encantadores señores y me pregunté a mi misma como narices podrían tener tres hijos tan capullos. Entré al salón y me encontré con solo uno de los tres, Alan. Estaba tumbado en el sofá mientras lanzaba una pelota de tenis al aire y la volvía a coger, repitiendo el ejercicio miles de veces. Cuando se percató de mi existencia, dejó la pelota en el sofá y se levantó rápidamente. Apenas me dio tiempo a reaccionar cuando el me cogió de los brazos y me estampó contra la pared del pasillo.
-¿Te crees graciosa chiquilla? ¡Pues tu bromita me costó un 2 en biología!
-Pensé que te pondría un 0. Fallé...
El pareció enfadarse aún más, porque apretó mis muñecas-que estaban por encima de mi cabeza-aun más, si eso era posible.
-¿Sabes? Cuando le cuentas a alguien que tienes una niñera de tu edad, dicen cosas como "puto desgraciado suertudo" y yo sigo sin entenderlo. ¿Por qué no eres como una de esas canguros de las películas americanas? Si fueras sexy y provocativa te juro de que no tendría problema de tenerte por aquí a todas horas, pero tu eres ¡un zombie andante! No te quiero cerca de mi, ni de mis hermanos. ¿Queda claro?
Sin dejar que yo le conteste me soltó y yo revisé mis muñecas. Las tenías rojas y me dolían. Pero aún así Alan no iba a conseguir nada con esto.
-¿Dónde están tus hermanos?-se encogió de hombros y se volvió a tumbar en el sofá, retomando su juego con la pelota.
Caminé por la casa, buscando a los pequeños gemelos, pero no estaban por ningún lado. Escuché un sonido que venía del armario y me di cuenta de qué se estaban escondiendo de mí. Suspiré y me di la vuelta. Si se querían pasar toda la tarde en el armario, allá ellos.
Cuando volví al salón, Alan tenía un helado en la mano y estaba viendo un partido de fútbol. Me apoyé en el marco de la puerta y le miré. Era guapo, sin duda. Su cara era digna de un Dios y su cuerpo...bueno, podía decir que estaba  más que segura de qué él iba al gimnasio. Ladeé mi cabeza mientras le miraba con atención.
El comentador de la tele gritó GOL al mismo tiempo que Alan lo hizo. Es más, el adolescente saltó del sofá y se llevó sus manos al aire, celebrando la victoria. Solo que cuando levantó las manos, tiró el helado al suelo. El chico miró al suelo y sonrió ampliamente.
-Ups.
Sentí como el calor subía a mi cara.
-¡Lo has echo aposta!
-Mentira...
-¡No, qué va!
-Bueno, de todas maneras...ya sabes a quien le toca limpiar.-me dijo mientras se volvía a sentar.
Me acerqué al helado y lo cogí del suelo. Estaba de lo más enfadada con él y sed de venganza corría por mis venas, tanto que no pensé mi próximo movimiento. Levanté mis manos y solté el helado de vuelta, esta vez, sobre la cabeza de Alan. Él saltó del sofá y pegó un grito. Le sonreí vencedora.
Dudo que a alguien le haga gracia que le echen en la cabeza comida helada. Alan corrió hasta el baño y se oyó como el agua empezó a caer en la ducha.
Fui a la cocina a por una balleta y volví al salón para limpiar el desastre provocado por el mayor de los tres hermanos.
-¡Te vas a enterar!
Al darme la vuelta vi a Alan acercarse con paso decidido a mí, tenía el pelo mojado y no llevaba camiseta. Me cogió de los brazos tirando de mí hacia arriba.
-¿Qué haces?
-¡Vas a venir conmigo!
-¿Tú estás loco?
Y como yo me resistía, Alan me colgó sobre sus hombros como si fuera un saco de patatas. Pataleé y me opuse, pero no pude con él. Me llevó a la ducha y cerró la puerta con pestillo detrás de nosotros. Me soltó sobre el plato de la ducha y con un ágil movimiento abrió el grifo. El agua salió helada.
-¡Está fría! ¡Alan no seas imbécil!
Pero mis palabras enmudeciron. Él comenzó a reírse mientras me pegó a él y pasaba la ducha por encima de todo mi cuerpo, empapándome entera. Me froté los ojos para hacer desaparecer el agua acumulada y al abrirlos me sorprendí de lo cerca que estábamos. Alan tenía una de sus manos en mi cadera y con la otra agarraba la ducha. Sus labios estaban entreabiertos y tenía una sonrisa pervertida en la cara. Le empujé lejos de mí e intenté escapar, pero el cerró el grifo y me pegó contra la pared.
-Niña, niña, niña. ¿Qué voy a hacer contigo?
-No sé, pero probablemente gracias a ti pille una pulmonía o algo así.
Me alejé de él e intenté escurrir el agua que había en mi ropa, pero entonces noté que la mirada de Alan estaba clavada en mí.
-¿Pasa algo?
El negó con la cabeza mientras sonreía y salió del baño. Tenía una espalda firme y musculosa y me pregunté que tipo de chica sería su novia. Seguramente era una de esas rubias con más curvas que una pelota. A los dos minutos volvió a entrar al baño y me pasó una camiseta y unos pantalones suyos, me dejó sola y me cambié. Los pantalones me venían bien, pero la camiseta me quedaba bastante ajustada. Era raro, se supone que me tendría que quedar más larga o algo así, sin embargo me quedaba muy pegada al cuerpo. Alan mojó toda mi ropa, así que mi sujetador estaba mojado y me lo quité. Me daba vergüenza salir así del baño, así que cogí una bata que estaba colgada en el perchero y me dirigí al cuarto de Alan. Él estaba secándose el pelo con una toalla y cuando llegué parpadeó un par de veces y negó con la cabeza.
-Yo no te di una bata.
-La cogí sola. ¿No tienes por ahí una chaqueta?
-¿Para qué quieres una chaqueta?
-¿Tienes o no?
-No.
Estaba claro que lo hacia a propósito, su sonrisa le delataba.
-Alan, por favor...necesito una chaqueta.
-¿Qué tal te queda la camiseta?-me preguntó acercándose.
-¿Es tuya? ¿No es un poco pequeña?
-Es mía, pero es de hace años.
-¿Por qué no me diste una de ahora?
-Pensé que esa te quedaría bien.-hice una mueca.
-Demasiado ajustada.-el alzó una ceja mientras se quedaba a dos pasos de mí.
-Quiero verla.
-Eso no pasará.-le dije mientras me cubría aún más con la bata.
-¿A no?
Empezamos a correr al mismo tiempo, pero el fue más listo que yo y corrió el primero hacia la puerta, cerrándola. Luego vino a por mi y me cogió en brazos levantándome en el aire y tumbándome en la cama.
-Venga enséñame qué tal te queda la camiseta...
-¡Qué no Alan!
-¿Por qué?-él estaba tumbado encima de mí y se acercó a mi oído derecho, rozando nuestras mejillas.-¿Qué pasó con tu sujetador?
Me mordí el labio inferior y giré mi cabeza hacia la izquierda, evadiendo su mirada.
-Tú lo majaste, ¿te acuerdas?-el rió negando con la cabeza. Por lo visto aquella situación le divertía bastante.
Alan
Nunca imaginé que mi penosa niñera tuviera este cuerpo. Cuando la mojé en la ducha, la ropa se pegó a su cuerpo de semejante manera que juro que hasta podía competir con Mónica. Ahora, la tenía debajo de mí y podía sentir como a ella, esto le incomodaba. Estaba pegado a su cuerpo, y sabía que ella no llevaba sujetador, y también sabía que con esos pechos podía darme de si la maldita camiseta. Se la dí a posta, para ver que tal le quedaba ajustada y no me arrepiento de ello.
-Si, me acuerdo. Te lo merecías por tirarme el helado a la cabeza, ¿lo recuerdas?
Ella se mordió el labio inferior y un rubor se adueñó de sus mejillas. Madre mía, en esos instantes estaba guapísima.
Decidí no tentar aún más a la suerte y me levanté de la cama, ella hizo lo mismo y se ajustó la bata. Reí cuando la vi hacerlo.
-Nadie te va a mirar las tetas, no hace falta que te cubras tanto, al fin y al cabo tampoco tendrás tantas...
La rabia corría por sus venas y yo lo sabía. Acababa de mentir como un puto capullo. ¿Qué nadie le va a mirar las tetas? Yo sería el primero que lo haría. ¿Qué no tenía tantas? ¡Y una puta mierda!
Pasó por al lado mío a la velocidad de la luz aguantándose las ganas de matarme.

Cuando por fin la niñera se fue, llamé a Luc. Tenía que contarle ciertas cosas que había descubierto.
-¿Qué pasa, tío?-me contestó.
-¿Sabes cuál fue mi venganza para la inaguantable niñera?
-Sorpréndeme...
-Ponerla a limpiar un helado que se me había caído, ya sé que no es mucho pero en fin...me lo tiró a la cabeza.-escuché la risa de Luc al otro lado del teléfono y seguí-luego, como estaba cabreado me la llevé a la ducha y la empapé entera.
-¿Fiesta de camisetas mojadas?
-Ahá. ¿Y a qué no sabes lo que he descubierto? ¡Mi niñera tiene unas pedazo tetas que te cagas!
-¿En serio? ¿No estaba la pija por ahí?
-No. Creo que ya tiene miedo de venir y todo...En fin, lo bueno es que descubrí que a la niña tonta le incomoda estar cerca de un tío. Ya sabes a lo que me refiero, ¿no?
-Ohhh, si.



2 comentarios:

  1. Me encanta esta novela... Es tan.... SIN PALABRAS !!! subid capitulo yaa !!! ME ENCANTAA !!

    ResponderEliminar
  2. me encanta...es genial, en serio, quiero más. Soy una adicta de esta novela jaajja

    ResponderEliminar

 

¿Cuál es tu chico favorito?

¿Y chica?

Personajes secundarios. ¿Quién te gusta más?

¿Cuál es tu chico favorito?

¿Y chica?