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Capitulo 4


Elizabeth
Pensé que traerme a Nasti conmigo era lo mejor que podía hacer, ella es valiente y todo eso. Ya veo que me equivoqué. Ella estaba tan acojonada como yo. Solo echar una miradita a los gemelos y se te ponían los pelos de punta.
Y como si eso no fuese suficiente aquí teníamos a Alan y al tal Luc. Total, ya podía ir planeando mi suicidio. Si Luc tuvo un mal encuentro con Nasti-que por Dios, ¡es Nasti!-ni hablar de lo mal que le caería yo.
-¿Y ella quién es?-preguntó Alan.
-Ayudante de la niñera.-le contestó Nasti con una falsísima sonrisa en los labios mientras me daba un codazo.
-No tenía bastante con una niñera adolescente, ¡ahora dos!
Intenté ahogar una risita y Nasti les mostró su espléndida sonrisa.
-Si tienes algún problema con eso, cariño, habla con tus papás.
Luego se dio la vuelta y se dirigió a la cocina. Levanté mi cabeza y los miré. Tenían los ojos entrecerrados como si  estuviesen calculado cuál de las veinticinco maneras de asesinarme sería más eficaz. Tragué saliva, me di la vuelta y corrí con Nastia.
-¿Qué vamos a hacer?-le susurré mientras nos apoyábamos en la encimera.-Es como si tuviésemos a cuatro demonios dispuestos a cortarnos la cabeza en cualquier momento.
-Lo único que podemos hacer, querida Eli, es tranquilizarnos. Perro ladrador poco mordedor, así que tú tranquila. Estás aquí para cuidar a los niños del diablo,¿no? ¡Pues a por ello!
Suspiré y acompañé a Nasti de nuevo al salón. Los mayores estaban tumbados en el sofá riéndose de algo. Uno de los gemelos estaba agachado, buscando algún objeto que no encontraba y el otro....¡Oh no! Tenía un coche de juguete en la mano y no paraba de golpearlo contra el piso, muy enfadado. Me acerqué hasta él muy decidida.
-¿Se...sse...se puede saber qué haces?-¡maldición! Tartamudeaba en frente de un crío de ocho años rabioso. ¿Podía ser más patética?
El niño entrecerró los ojos y me envió una mirada escalofriante.
-No. Es. Asunto. Tuyo.-luego volvió a golpear el cochecito contra las baldosas, con más fuerza.
Miré a Nastia en busca de ayuda y juro que sus ojos parecían que se iban a salir de sus órbitas. Observé como su suave garganta tragaba saliva y negaba con la cabeza.
-Verás...-intenté explicarle al niño mientras me frotaba las manos nerviosa-soy tu niñera y...
-¡Y nada! ¡¡¡Alan!!!
El chiquillo gritó como si estuviese en grandes apuros y Alan se levantó perezosamente del sofá con una sonrisa en la cara, se acercó a él, se agachó y le despeinó el pelo.
-Dime, angelito.
-Está cosa no va.-dijo volviendo a chocar el juguete con el suelo-Ah y la niñera es una pesada. Y la ayudante no hace nada. Diles que se vayan.
Alan sonrió de oreja a oreja y nos miró a las dos.
-Muchísimas gracias por vuestros servicios, no sirven para nada. Ya sabéis dónde está la salida.
Nasti respiró hondo y se acercó a ellos, quitó el juguete de la mano del niños y entrecerró los ojos.
-Chaval, creo que no lo pillaste. Las que dan las órdenes aquí, ¡somos nosotras! Estáis aquí para obedecer. Así que crío deja de ser un toca narices con el cochecito de los cojones, ¡te buscas otro y punto!
-Nasti...el vocabulario.-le susurré.
-Retiro la palabrota.-dijo Nasti mordiéndose el labio inferior.
-Las toca narices sois vosotras.-se escuchó murmurar a Luc desde el sofá.
-No, está bien.-continuó Alan poniéndose de pie.-Ellas están aquí para cuidar de nosotros, ¿no chicos? Bueno, pues nosotros tenemos hambre y como coger un cuchillo es demasiado peligroso para nosotros, ¿por qué no nos enseñáis qué comida sabéis preparar?-dijo encogiéndose de hombros.
Sabiendo que estar en la cocina-lejos de ellos-era mejor plan que seguir viendo como a alguno de ellos les daba por colgarse de la lámpara o jugar a los bolos con las botellas de champán, Nasti y yo nos fuimos a la cocina. ¿Cocinar? Era algo que a ninguna de las dos se le daba bien.
-Hora de la venganza.-dijo Nasti mientras abría el enorme frigorífico.
-¿Qué piensas hacer?-susurré asustada. Nadie quiere ver a Nasti enfadada.
-Divertirme un rato.
Sacamos las barras de pan y las cortamos. Luego las rellenamos. Lo qué a simple vista parecían unos bocatas muy sabrosos eran todo lo contrario. Les habíamos puesto bacon, queso y tomate. Pero encima de toda aquella mezcla Nasti deslizó con cuidado un poco-demasiado- de pimienta molida. Aquello iba a ser histórico. Me mordí los labios nerviosa y asustada.
-La vamos a cagar, Nasti, como se enteren...¡nos van a matar!
-Shhh, ¡calla, tonta! No soporto que me llamen pija y se lo merece.
-¿Solo lo haces por Luc? ¡Dios! ¡Hay dos niños ahí!-ella levantó una ceja.
-Estoy empezando a creer que esos niños no son humanos. Son Hijos del diablo.
Antes de que yo pudiera decir algo más ella salió de la cocina con los dos platos llenos con bocatas, los dejó sobre la mesa y se encogió de hombros.
-Es todo lo que sabemos hacer.
-¡Por lo menos es comida!-dijo uno de los pequeños críos mientras se dirigía a coger un bocadillo.
Los demás hicieron lo mismo y yo cambié mi peso de un pie a otro. Moriría. Ese día sería mi final.
-¡Maldición!
-¡Me cago en....!
-¡Ahhhh!
-¡Pica! ¡Pica!
Los cuatro echaron a correr hacia la cocina, y aunque me sentía culpable no pude evitar contagiarme por la risa histérica de Nasti. Nos miramos la una a la otra y empezamos a reírnos como locas. Los chicos estaban gritando ''pica pica'' y algún que otro ''me cago en su puta madre'' mientras bebían vaso tras vaso de agua. Alan fue el primero en volver.
-Os juro que os vais a cagar. Esto es la guerra.
-Lo mismo digo.-dijo Nasti a mi lado.
Yo ya estaba acojonada hasta la muerte. ¿Esto podría ir a peor?
Pasaron las horas y a parte de las miradas de ira que recibíamos de cada uno de ellos, no paso nada más. Yo estaba pegada al balcón, esperando a que Nate, el hermano mellizo de Nastia llegara.
Alan se acercó a mi lado sigilosamente y miró por el balcón.
-¿Esperando por tu príncipe azul, para que llegue y te rescate?
-Has dado en el blanco.
Él hizo una mueca poco amable.
-Oye no es nada personal pero, ¿por qué no te largas y dejas de darnos la lata? Sabemos cuidarnos solos.
-Si...ya lo vi.
Chascó la lengua y cruzó los brazos sobre su pecho.
-No me tientes.
En ese momento un Alfa Romeo Brera blanco estacionó delante de la casa de los Thompson. Observo como Alan alza una ceja mientras observaba bajarse del coche a Nate y a Sam, su amigo.
Alan
¿Cómo dos perro flautas como esos pueden tener ese coche? Llaman al timbre y me dirijo a abrir la puerta, Luc me sigue.
Abro la puerta y me apoyo en el marco.
-¿Están ya Eli y Nastia listas?-pregunta el moreno de ojos azules.
-Emmm, ¿y vosotros quiénes sois?-les pregunté cruzándome de brazos y alzando una ceja.
-¿Y quien eres tú?-preguntó el rubio.
-Pues verás, yo soy el dueño de la casa, y vosotros no sois bienvenidos aquí.
-Ya...pero es que nosotros, hemos venido a buscar a...¿tu niñera? ¿No eres ya muy mayorcito como para tener una?
Gracias a Dios apareció Elizabeth que si no juro que no me lo pensaría dos veces antes de partirle la cara al rubito de mierda.
-Ya estamos listas.-luego nos miró a Luc y a mí-Nos vamos.
-Ya estabais tardando.-soltó Luc mirando a la ayudante de mi niñera.
Ella soltó un bufido, se pasó la mano por su larga melena y salió de la casa meneando las caderas de una forma que...¡Santa mierda! Elizabeth la siguió con la cabeza agachada y el moreno le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacia él. ¿Será desgraciado?
-Nada de muestras de cariño en mi casa.-les dije con una falsa sonrisa.
-No es tu casa, acabamos de salir de ella, estamos en la calle.-me contestó el moreno vencedor. Rodé los ojos y los vi subirse al coche.
-Joder. Alan, de pronto,¿no te apetece robar un coche?
-Si ese, sí. Pero echaría a los perros flautas y a las pijas del interior.
-Ya somos dos.
Cerré la puerta y volví al salón con mi amigo. Nos tumbamos de nuevo en el sofá mientras Ronald y Jake estaban viendo la tele.
-Tengo que hacer algo para que renuncie a seguir trabajando aquí. ¿Viste lo que nos hizo? ¡Esa chica está loca!
-No creo que haya sido idea suya, sino de la loca del baño. Tío hay que echarlas de aquí. Como sea.
Cogí un cojín y me lo puse debajo de la cabeza.
-Te apoyo completamente.
-¿Y si nos aliamos en su contra y elaboramos un plan para derrotarlas? ¡Cómo en las películas!-reí ante su comentario.
-Tío estás de la puta olla, pero tienes razón. La guerra ha empezado y la operación ''Sacar a la estúpida y a la pija de mí casa'' ha empezado.
-Y a los pinta monas que vienen a recogerlas.
-¡También, también!


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