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Capitulo 31

Luc
Desperté por la mañana con un dolor de espalda increíble. Estaba seguro que debajo de mi saco de dormir, había una piedrecita o algo. Sabía que dormir en una tienda de campaña no era lo mismo que dormir en mi cama, pero otros años que había venido con Alan, había dormido más a gusto. Salí de mi saco y vi que Alan aún estaba dormido.  La cremallera que daba a donde dormían las chicas estaba entreabierta y tan solo se veían sus cabezas. Eli nos daba las espalda y su su cabello castaño caía en cascada sobre su almohada. Al contrario que su amiga, Nastia estaba de cara a mi. El saco de dormir estaba enroscado en su cintura dejándome ver como su pecho subía y bajaba con lentitud. Abrazaba a su almohada, que la tenía colocada en un ángulo extraño. El pelo le cubría un ojo, pero en el otro se veía la sombra de las pestañas proyectando en su mejilla y la boca estaba ligeramente abierta, haciéndome recordar el tacto de sus labios sobre los míos. En ese momento, ella abrió los lentamente y proyectó su mirada azul zafiro en mi. Para disimular el que la había estado mirando frote uno de mis ojos y le lance una sonrisa perezosa, ella la devolvió mientras se incorporaba con cuidado de no despertar a Eli. Me hizo un gesto para que saliésemos en silencio sin despertarles. Desapareció de mi vista y se escucho la cremallera de su lado. Me puse mi camiseta, ya que solo estaba durmiendo en pantalones cortos, y salí, ella estaba abrazándose a si misma y frotando sus brazos.
-Hace frío, ¿no?-me pregunto tiritando. Tarde en responder porque al abrazarse a si misma sus pechos se realzaban dándome una buena vista de ellos. Ella parecía no ser consciente de el efecto que estaba causando
-Espera un momento-le pedí. Volví a meterme en la tienda y saque una de mis sudaderas de la mochila-Ten, póntela
-Gracias-se puso la sudadera por encima de la cabeza. Le quedaba bastante grande. Le llegaba por el muslo y las mangas colgaban como si ella no tuviese manos. Y aun por muy holgada que le quedase, lucía increíblemente sexy mi sudadera en ella, como colgaba la tela desde sus pechos era un efecto devastador y tuve que hacer un increíble esfuerzo por mirar a otro lado. No sabía que me pasaba esa mañana pero lo único que podía hacer era mirar las curvas de Nastia-¿que tal has dormido?
-Creo que había algo debajo de mi saco...así que fatal-ella soltó una carcajada sacándome una sonrisa
-¿Como el cuento de la princesa y el guisante?-bromeó
-Igual
-Bueno princesita-se burló- ¿Están todos durmiendo?
-Parece que si...¿Quieres dar una vuelta?-propuse
-¿Viene con segundas?-preguntó desconfiada
-Puedes estar tranquila. No te voy a tirar al lago ni nada por el estilo...
Caminamos a través de la vegetación todavía un poco adormecidos. Nastia miraba al suelo para no tropezarse y de vez en cuando me miraba y sonreía. Entre ayer y hoy, creo que fueron los momentos que menos hemos discutido desde que nos conocimos.
-¿Como os hicisteis amigas Eli y tú?-pregunté por curiosidad. Ella esbozo una sonrisa de oreja a oreja y empezó a contar
-Fue en infantil, íbamos a la misma clase y ella era una de las pocas personas que no se burlaban de Nate y de mi por ser pobres-explicó nostálgica-Sam era otra de ellas...no se como surgió, pero pronto los cuatro nos hicimos amigos así llevamos toda la vida
-¿Se burlaban de vosotros?-pregunté perplejo. Ella y su hermano no parecían ser el tipo de sujetos de los que sus compañeros se burlan
-Si...los niños son muy crueles-admitió-La verdad es que nunca he tenido muchos amigos ¿sabes? De pequeña no querían ser mis amigos porque era pobre, y cuando mi padre empezó a ganar dinero, todos querían ser nuestros amigos solo porque nos habíamos vuelto ricos...Así que en realidad, solo tengo tres amigos, sin contar a mi hermano, pero con ellos me sombran

Nastia
Luc lucía increíblemente sexy por las mañanas. El pelo le había crecido bastante desde que lo conocí, y ese peinado mañanero alborotado me mataba junto a esa sonrisa perezosa que estaba en sus labios. No se porque me había sincerado así con él, pero relajaba poder hablar con el de esto. Le miré de reojo y inspiré. La sudadera que me había prestado olía a él.
-Deberíamos volver-propuse- Seguramente ya habrán despertado
-Si, seguramente
Efectivamente, cuando volvimos al campamento todos estaban fuera. Los niños, Alan y Eli desayunaban lo que parecía Cola Cao y unas magdalenas. Luc tenía razón, la madre de Alan había traído comida. Eli me envió una mirada de "¿que hacíais Luc y tu por la mañana, solos y en el bosque?" Me limité a encogerme de hombros y sentarme junto a ellos en el tronco que había en el suelo.
-¿Habéis ido a dar un paseo?-preguntó Yerlinda, la madre de Alan
-Si, nos hemos despertado pronto y hemos aprovechado-respondió Luc guiñándome un ojo, como si en verdad hubiese pasado algo, cuando no pasó nada de nada.
-¿Esa no es la sudadera de Luc?-me susurro Alan subiendo y bajando las cejas
-Si, hacía frío ¿vale?-respondí a la defensiva
-Solo digo...es su favorita ¿como es que te la ha dejado? No me la deja ni a mi...-volvió a subir y bajar las cejas. Abrí los ojos sorprendida ¿me había prestado su sudadera favorita? Gire la cabeza para verle charlando animadamente con los gemelos. Algo dentro de mi, se derritió. Eli se levanto y me miró para que la siguiese. Sabía que tendíamos que hablar largo y tendido.

Luc
Alan y yo entramos en la tienda para quitarnos el pijama y ponernos ropa normal. El me miraba de reojo todo el tiempo desde que Nastia y yo volvimos del bosque. Empezaba a cansarme.
-¿Que?-pregunté bruscamente-¿Pasa algo?
-Esa sudadera...-comenzó, pero tuve que cortarle
-No, mejor ahórratelo.
-Pero...-su replica cayó en el silenció cuando escuchamos las voces de las chicas entrando en el otro lado de la tienda.
-No abráis la cremallera ¿entendido?-dijo Nastia en tono amenazante-Os corto los dedito si lo hacéis
-Eso es un poco cruel ¿no?-bromeó Alan
-Estáis advertidos
Alan y yo terminamos de cambiarnos e iba a salir de la tienda pero Alan se quedo quieto con los ojos abiertos. Seguí su mirada y trague saliva. Puede que la cremallera no estuviese abierta, pero las siluetas negras de Nastia y Eli se veían claramente mientras se cambiaban de ropa. Volví a tragar saliva y note como mi garganta se secaba. Esto era más cruel que si nos cortase los deditos.
-Esto no es sano, amigo-susurró Alan con voz ronca
-Y que lo digas...


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Siento el retraso, ayer estuve en en el tren y no había internet, y llegue muy tarde. Lo siento y espero que os guste.





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